domingo, 4 de enero de 2015

El cuarto cigarro

Empiezo a notar como mi respiración empieza a galopar y como mis ojos, hirviendo en un dolor frío que no se puede ubicar empiezan a rebasar las primeras lagrimas. A lo único a lo que me he dedicado estos últimos cinco minutos es a encender y apagar el móvil sumido en el silencio. Hace un rato solté unos últimos mensajes triviales por grupos de whatsapp a modo de misiles intercontinentales para ganarle la guerra a una soledad que empezaba a rodearme el cuello y asfixiarme cada vez mas y mas. A pesar de estar apoyado en el cabecero de la cama y de que lo único que me cubre es una manta siento que estoy a metros bajo tierra y que encima de mi se avecina una tormenta.

No es la primera vez que me siento así y empiezo a temer que se trate de lo peor, de que me estoy volviendo una persona cada vez mas inestable emocionalmente. Me aterra pensar en la salud de la mente, en si existe un punto irreversible y que mi alrededor no pueda tratarme como una persona de confianza, seria y racional. Una amiga me responde al whatsapp y no tiene ningún problema en hacerme un poco de compañía. Me pregunta que me pasa y lo cierto es que no se que responder. O sea, me hago una idea de por que estoy mal, me ha ido mal durante un año y medio y no ha dejado de llover desde entonces en mi cabeza. Supongo que cuando alguien pasa mas de quinientas noches así, es inevitable que empiece a sentirse majareta. 

Me relaja un poco contarle mi día a día, quizás el detalle mas interesante es mencionar a la 
persona que hace poco hizo las maletas y salio de mi vida. Y le doy toda la razón cuando me dice que perderla me ha afectado mas de lo que creía. Si, es probablemente el detonante de toda mi majadería. Mientras hablo con ella noto que vuelvo en mi, que se me ha olvidado respirar y que estoy mucho mas tranquilo. Empiezo a ver las cosas mas claras, porque empiezo a entender que solo necesitaba que alguien me guardara lo que me estaba quebrantando por dentro, anidando en mi y consumiendo mi cuerpo. Lo escupo y quedo en parte liberado porque ya no es tanta carga para con alguien de mi lado. Ahora por lo menos la naturaleza de las lagrimas que seco con la manga de la sudadera son de esperanza. Mientras quede alguien que me escuche quedaran motivos para seguir adelante. 

Quizás ahora ande a tientas y a gatas, para mi el nuevo año no ha sido un cambio, ni lo sera hasta que afronte las cosas de otra manera. Ahora, estando mas relajado, decido dejar esto a medio escribir para reincorporarme de la cama, coger mi abrigo y salir a la terraza a fumarme el cuarto de mi ultimo paquete de cigarros.

El cuarto...  

El tiempo que he estado fuera lo he invertido en mirar fijamente el reloj de la iglesia que me acompañaba con sus puntuales campanadas de las una de la mañana. Y con tenacidad y sigilo entre aquel estridente sonido un grácil susurro me apuñala: "Rafa, tienes que ser feliz". Me asusto y me río al momento. Una reacción para quitarle hierro a algo que me da tanto miedo. Como mandar andar a un tullido o dictar sentencia de muerte a un recién nacido. 

No entiendo por que he rechazado tantas veces la mano que mis amigos me tienden. Porque no hay otra alternativa a mirar atrás y seguir siendo destruido por la soledad. Me doy cuenta de que los cambios no los dicta el destino, sino nosotros mismos, y me alegro de que llegue el nuevo año, aunque sea con unos días de retraso.                                                                      

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